Pergamino
balompédico
Alex Carbajal
Berber
En México
necesitamos un sabio
El primer día de
este mes de febrero, el mundo futbolístico recibió una triste noticia. Luis
Aragonés, el “Sabio de Hortaleza”, había fallecido, dejándonos un legado incuestionable:
el “tiqui-taca” de la multicampeona selección española de futbol.
Con la llegada
de Aragonés, el equipo español dejó de ser “La Furia”. Había preceptos
incuestionables, con una defensa liderada por el mejor portero del mundo, Iker
Casillas, y uno de los mejores centrales del orbe, Carles Puyol, pero su legado
está en el establecimiento de un sistema que le dio a España la primera Copa de
Europa en más de 40 años, y que fue piedra angular para otro campeonato
continental y su primer campeonato del mundo.
La Euro 2008
podría definirse como el parte aguas para la selección española. Desde el
Mundial 2006, Aragonés venía implementando un sistema táctico que fue adaptado
según las características de sus futbolistas, sistema en el que finalmente dejaron
de tener vigencia futbolistas de élite, como el caso de José Antonio “La Perla”
Reyes, y el mismo símbolo del Madrid, Raúl González Blanco.
Precisamente, el
caso de Raúl fue emblemático por el carácter mostrado por parte de Aragonés, y
la presión tenida que soportar, proveniente de muchos sectores. La prensa
capitalina, especialmente aquella afín al club blanco, ejercía una presión
tremenda para asegurar que Raúl fuera convocado a la Euro 2008, bajo la
suposición de que la figura madridista podría ser fundamental. Tal como Ricardo
Antonio Lavolpe lo hiciera previo al Mundial 2006, con Cuauhtémoc Blanco;
Aragonés argumentaba que Raúl no se acoplaba a su sistema.
El sistema implementado
por Aragonés para esa Eurocopa, revolucionó las formaciones tácticas para
siempre. Un 4-1-4-1, que a la postre se convertía en un 4-3-3 bastante
flexible, y que no dependía del centro delantero enteramente para hacer goles,
ya que cualquiera de los que conformaban las segundas dos líneas, podían
aparecer en el área.
Más que nada,
Aragonés les hizo creer. Xavi, Iniesta, Cesc, Villa, Sergio Ramos, Piqué, o el
que se nombre, era capaz de creerse campeón, dejando atrás el trauma de previos
torneos continentales, donde presuntamente selecciones españolas más fuertes
eran eliminadas antes de tiempo.
No fue sencillo.
España venía de una eliminación inmerecida en el Mundial 2002, en cuartos de
final, y en la misma instancia, en 2006 había quedado fuera, gracias a una
magistral actuación de Zidane con Francia, por lo que las fobias estaban a flor
de piel. La elocuencia, la sensatez y la razón eran innegables en el banquillo
español, y aparte de su revolución táctica. Para con el Sabio de Hortaleza, el
balompié español y global, le estarán siempre en deuda. En México no hay una
figura así, y por eso el futbol se pierde en diferentes e inservibles
dimensiones.
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