domingo, 3 de marzo de 2013

PRESENTACIÓN


A Zapotlán vía París


La noche del 9 de marzo de 2011, en la sala de Cabildo de la Presidencia Municipal de Ciudad Guzmán, Jalisco, se presentó el libro Guillermo Jiménez. Ensayo biográfico, del investigador Héctor Alfonso Rodríguez Aguilar, el libro aquella vez fue presentado por Roberto García Correa y Víctor Manuel Pazarín.
El ensayo que sirvió de presentación, esa noche, ahora se publica en una plaqueta, bajo el nombre de A Zapotlán vía París (2013), que edita de manera independiente el Ayuntamiento de Ciudad Guzmán y la Editorial Sotavento Ltd, en su colección “La autopista del Sur”, que a su vez se presenta la noche del miércoles 6 de marzo, a las 20:00 horas, en la Casa de la Cultura, durante los festejos de la Semana del Natalicio del Escritor Guillermo Jiménez, con la presencia de los escritores Juan Pablo Zavala y Juan Manuel Preciado, Héctor Alfonso Rodríguez Aguilar y el autor del ensayo Víctor Manuel Pazarín, quien ha permitido a Dimensión Real de Colima reproducirlo en nuestras páginas.


Francisco Castañeda Avila – Dimensión
Fotos: Cortesía
Contemporáneo de mi abuelo paterno, la vida de Guillermo Jiménez, preparada por el ensayista Héctor Alfonso Rodríguez Aguilar, ofrece no solamente la delicia de conocer la genealogía de la sociedad burguesa de un determinado tiempo en Zapotlán el Grande, sino también la oportunidad del retorno a un pasado cercano que confiere la tonalidad de la universalidad y, a la vez, el disfrute del color local de un pueblo por muchos motivos singular.
Profundo en anécdotas históricas de barrios y personas que definieron la idiosincrasia de un sector de la casta zapotlense, esta semblanza abre el conocimiento puntual sobre uno de los más importantes poetas y novelistas mexicanos —tan alto como olvidado—; es una novedad bibliográfica fundamental, pues Guillermo Jiménez. Ensayo biográfico, brinda la oportunidad de conocer un mundo no perdido, sino vibrante y vital.
Es importante la aparición de la primera biografía de Guillermo Jiménez en este año, ya que justo este 9 de marzo se cumplen ciento veinte años de su nacimiento.

Jiménez nació en 1891 y su vida y obra literaria lograron, en su momento, prolongar la vida artística y literaria de Zapotlán el Grande, que ha sido llamado por algunos la Atenas del Sur. No es casual el epíteto. En este espacio que yo llamo mágico, nacieron algunos de los más importantes actores de la vida cultural de México y —lo digo sin exagerar— de orden universal.
Aunque no nació en Zapotlán, sino en Tonila, aquí vivió desde su infancia y se formó la escritora Refugio Barragán de Toscano, cuya novela La hija del bandido o Los subterráneos del Nevado (aparecida en 1894, antecedida por la novela La cabaña del tío Tom, de Harriet Beecher Stowe, que fue, según entiendo, la primera novela escrita por una mujer en América y se editó en 1852), relata una leyenda propia de este pueblo y que perdura hasta nuestros días, en la boca de muchos nativos de Zapotlán.
A la narradora le siguió José Rolón (1876), cuya obra orquestal más importante confirmó ya con toda claridad una línea muy particular que ha perdurado como una tradición, continuada finamente por sus predecesores. Rolón viajó a París a realizar estudios musicales con Mozkowski y, luego, con Paul Dukas y Nadia Boulanger, y a su regreso compuso sus más grandes obras musicales, entre las que destacan Zapotlán y Cuauhtémoc.
Viajar a París y escribir o celebrar a este pueblo con su obra, parece haber sido interrumpida por otra de las cumbres zapotlenses, pues José Clemente Orozco (1883) no tuvo esa ambición y lo que hizo fue viajar, sobre todo, a Estados Unidos, donde encontró muros en los cuales plasmar sus trabajos.
Fue en Guadalajara donde, por fortuna, nos dejó su “capilla Sixtina” y que hoy son parte del acervo cultural de la humanidad. Tengo una vaga noticia de que “el pintor de llamas” (como lo llamara Octavio Paz), quiso realizar un mosaico en Zapotlán, pero la sociedad de arraigadas costumbres conservadoras, se opuso, y con ello nos obligó a las nuevas generaciones a no tener una obra que nos permitiera continuar, de algún modo, sus pasos en la pintura.
Hasta ahora no conozco a un pintor importante que haya nacido en Zapotlán y que su trabajo sea reconocido por su relevancia. Quizá me equivoque; sin embargo, no ha llegado a mis ojos ese ser que se haya distinguido por la violencia de los pinceles orozquianos para tomar al menos cierta altura respetable.
Fue entonces, hasta el nacimiento de Guillermo Jiménez, que los nativos de Zapotlán volvieron a desear ir a París y, ya no pintar, pero sí dibujar con la pluma el paisaje de este pueblo.
Jiménez trajo de nuevo el loco deseo de ir a la Francia y describir con palabras a Zapotlán. Su obra poética y narrativa, de un lirismo encantador, revelan a un autor de orden universal, y la descripción que nos ofrece Héctor Alfonso Rodríguez Aguilar en su ensayo es, sin duda, una oportunidad de reencontrarnos con un mundo para muchos desconocido y para otros anhelado desde hace mucho.
Rodríguez Aguilar se afanó por años en este encargo —por al menos tres lustros—, y quienes conocíamos su labor ya habíamos perdido la esperanza de encontrarnos con su investigación a manera de libro. Por fortuna, se decidió y fue acogido por el Archivo Histórico Municipal de Zapotlán, que coordina el cronista Fernando Castolo, quien es sensible a trabajos de esta magnitud.
De esta manera, Héctor Alfonso Rodríguez Aguilar tiene ya un espacio dentro de la tradición literaria y cultural de Zapotlán, que si hacemos una breve lista, bien podrían ser los siguientes en un orden sin orden: Refugio Barragán de Toscano (narradora), José Rolón (músico), José María Arreola (sacerdote y científico), José Clemente Orozco (muralista), Guillermo Jiménez (poeta y narrador),
Alfredo Velasco Cisneros (poeta), Juan José Arreola (narrador), José Gómez Ugarte (periodista), Petronilo López (músico), Consuelito Velázquez (compositora), Joaquín Vera (compositor), Esteban Cibrián (historiador), Rubén Fuentes (músico), Vicente Preciado Zacarías (ensayista), Hugo Salcedo (dramaturgo), Fernando Castolo (historiador).
Héctor Alfonso Rodríguez Aguilar (ensayista), Guillermo Ochoa-Rodrigues (poeta), Julio César Aguilar (poeta), Alejandrina Torres (poeta) y Jorge Rúa (arquitecto), quienes son, al menos para mí, los más destacados actores de la cultura de Zapotlán, de todos los tiempos.
La nómina destaca a tres Eras de la cultura y de la historia zapotlense. Algunos de ellos mantienen sus nombres ya en alto; otros, únicamente en un ámbito local y regional; los más jóvenes apenas realizan sus mejores trabajos.
Sin embargo, nadie tiene duda cuando se declara que las más altas cumbres de la cultura de Zapotlán, son —y serán por siempre—: José Rolón, José Clemente Orozco, Guillermo Jiménez y Juan José Arreola, de allí la enorme exigencia para cualquiera que haya nacido en esa tierra de volcanes y lagunas, y desee consagrarse a la música, la pintura o a las letras.

Héctor Alfonso Rodríguez Aguilar, Roberto García
Correa (quien falleció el año pasado) y Víctor Manuel
Pazarín durante la presentación del libro Guillermo
Jiménez. Ensayo biográfico, el 9 de marzo de 2011. 
El viaje de Jiménez y Arreola
Plenamente destacado en Guillermo Jiménez. Ensayo biográfico, Héctor Alfonso Rodríguez Aguilar narra cómo con un viaje de Zapotlán a París comienza el despegue de todas las generaciones posteriores de escritores de la mal llamada Ciudad Guzmán. Ese viaje de Guillermo Jiménez, realizado gracias a las instancias ofrecidas por Venustiano Carranza al joven de Zapotlán, por haberle recibido y nombrado “Bienvenido a esta tierra caballero azul de la esperanza”, historia ampliamente divulgada por Arreola, quien por muchos motivos se sintió entusiasmado por la narración, al grado de él mismo señalar a Guillermo Jiménez como un “pre-Arreola”.
Ese viaje realizado por Jiménez a París, Arreola lo ambicionó y lo hizo. Fue a la Ciudad Luz durante la Segunda Guerra mundial y continuó, de manera casi mimética, los pasos del autor de la novela Zapotlán (1940).
Hay una enorme deuda de Arreola a Jiménez y no es únicamente en el sentido de un viaje de un pueblo a una ciudad, sino que entre las novelas y la escritura de ambos hay una especie de reconocimiento. Es claro que La feria (1963) proviene en línea directa de la obra de Guillermo Jiménez: hay una especie de continuidad y de homenaje.
Hay una imitación y, también, el planteamiento de una continuidad de la tradición instruida por Refugio Barragán de Toscano (La hija del bandido), por José Rolón (Zapotlán, sinfonía), por Guillermo Jiménez (Zapotlán) y por Juan José Arreola (La feria).
Guillermo Jiménez amó la obra de Giovanni Papini y Arreola mantiene una influencia total del escritor italiano. Arreola y Jiménez son almas gemelas y ofrecen la posibilidad de mantenerse en una sola línea lírica y narrativa. El trabajo de Héctor Alfonso Rodríguez Aguilar, Guillermo Jiménez. Ensayo biográfico, es una guía magnífica para seguir estas dos vidas que, bien vistas, son de una enorme semejanza en formación y desarrollo en su escritura.
El trabajo de Rodríguez Aguilar, por su pulcritud en el desarrollo de su investigación, logra despertar el interés no únicamente sobre el autor de Zapotlán y Constanza, sino que empuja a hacer una larga circunnavegación que nos lleva hacia muchos destinos. Su trabajo es uno de los mejores que han realizado sobre Guillermo Jiménez, olvidado impunemente y para muchos desconocido.
Con Guillermo Jiménez. Ensayo biográfico, de Héctor Alfonso Rodríguez Aguilar, no habrá pretexto para saber que su vida y su obra produjeron una hermosa tradición lírica e intelectual que permanece hasta nuestros días, y quienes nacimos en Zapotlán, somos sus hijos, sus nietos o bisnietos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario