Un monstruo bajo mi cama
Bajo mi cama vive un monstruo.
Lo sé porque lo escucho llorar bajito cuando mi madre apaga la luz a la hora de
dormir. Es un monstruo miedoso. ¡Pobre monstruo!
Todos los días, cuando estamos
a oscuras, tiembla de miedo con las sombras y los sonidos de la calle. A veces
una rama golpea la ventana impulsada por el viento. Otras veces se escuchan
perros aullando a la luna. Lo peor sucedió la ocasión que pasó una ambulancia a
toda prisa a pocas cuadras.
Los monstruos que viven debajo
de las camas no salen nunca de ahí, pero el monstruo terminó llorando y
moqueando dentro del closet.
Traté de calmarlo y lo miré a
los ojos. -Eres un monstruo grande-, le dije, -no deberías temer; mira, yo no
tengo miedo, vamos, nadie te hará daño, yo voy a cuidarte-.
Bajé sin hacer ruido a la
cocina y conseguí un vaso de leche y tres galletas con chispas de chocolate
–mis favoritas-, y se las ofrecí al monstruo, qué desconfiando un poco, las
tomó con sus grandes manos y devoró de un solo bocado. Me enteré que a los
monstruos no les gusta la leche, así que me la tomé yo. Luego le conté un
cuento, una historia que hablaba de por qué no debemos tener miedo a la
oscuridad.
Cuando estuvo más tranquilo le
di un beso en la mejilla, le sonreí y fui a mi cama, porque era hora de dormir.
Desde ese día somos amigos. Sigue siendo miedoso, pero ahora sabe que estoy ahí
para protegerlo. Hasta cuando confunde las cortinas con fantasmas. Buenas
noches, mi monstruo, dulces sueños.
Susana Saavedra R.
Excelente cuento,para hacer valientes a esos pequeños*mostros* nuestros hijos
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