sábado, 17 de noviembre de 2012

Entrevista


Víctor Manuel Pazarín
El lenguaje y la vida como patrias

Francisco Castañeda Avila - Dimensión

El poeta, narrador y periodista Víctor Manuel Pazarín (Zapotlán, Jalisco, 1963) por algunos años vivió en la ciudad de Colima, donde comenzó su formación en el taller literario del poeta Efrén Rodríguez. Desde hace veinticinco años vive en la Zona Metropolitana de Guadalajara —y desde hace cinco en el pueblo de Tonalá.
En el año de 2010 la sociedad cultural y el ayuntamiento de Zapotlán el Grande, Jalisco, le otorgó la “Presea al Mérito Ciudadano”, por su trabajo literario. Ha publicado libros de poesía, narrativa y periodismo, entre los que destacan Puentes (cuento); La medida, Ardentía (poesía); Arreola, un taller continuo (periodismo), y Cazadores de gallinas (novela).

En breve, la editorial del diario El Financiero publicará su libro Enredo (que incluye el trabajo poético de veinticinco años), y editorial Mala Estrella, La vuelta a la aldea (ensayos). Escribe cotidianamente entrevistas, artículos, crónicas, ensayos y reportajes en la Gaceta de la Universidad de Guadalajara, donde trabaja. Mantiene en El Financiero su columna “El árbol del erizo”, y en la web su blog Barcos de papel (http://victormanuelpazarin.blogspot.mx/).
Sostuvimos una conversación con él —a la distancia—, donde se tocaron varios tópicos que ofrecemos en exclusiva a nuestros lectores.

Víctor Manuel Pazarín, ¿qué es la poesía?
Indefinible como es, la poesía ha tenido en casi todos sus poetas, a lo largo de la historia, una posibilidad de enunciación; sin embargo, ésta por lo general se muestra renuente a toda forma que intente definirla. La poesía es, eso sí, lenguaje, y a lenguaje se reduce de algún modo, pero no es un lenguaje común, sino uno que está impregnado de espíritu: es escritura. Cada uno de los rapsodas le imprime una particularidad, conforme a su propia necesidad, experiencia  y disposición.
Estoy de acuerdo, entonces, con casi todos esos intentos que se han hecho por lograr definirla: no obstante, todas y ninguna superar a lo sentido cuando en lo personal escribo un poema. Ese instante es una especie de éxtasis, casi imposible de trasmitir; queda, en todo caso,  lo que cada uno la sienta cuando alguien lee un poema.

¿Cómo vez la poesía que se práctica en México?
Nuestra patria es un país de poetas. Desde la aparición de Netzahualcóyotl, pasando por Sor Juana Inés de la Cruz y hasta llegar a Octavio Paz —para mí los más grandes bardos mexicanos y en quienes se configuran tres etapas de este mapa histórico de nuestra lírica nacional—, hasta aquellos que en pequeños poblados hacen alguna noche una canción —o yo mismo o mis amigos—, configuran  la práctica de la poesía, que en México es una muy especial y rica. No encuentro desperdicio en nada, a pesar de que algunos tendrán un mayor acierto con el lenguaje (o el sentimiento), o a pesar de los desaciertos en la efectividad al comunicar lo sentido. Yo digo que nuestra poesía goza de muy buena salud.

¿Es negocio la poesía en México?
La poesía es marginal en todas partes, porque los productos del espíritu tienen esa naturaleza. Escribir poemas nunca ha sido ni será un negocio, pero si te refieres a los libros de poemas que cada vez se publican en México con menor frecuencia, digo que nadie podría vivir de los dividendos de las ventas. Si te refieres a que alguien se podría enriquecer de hacer poemas, la respuesta sería siempre una negación. Si hablas, en tu pregunta, a si un poeta podría volverse rico de con su escritura, la respuesta es también una negativa.
Cierto, hay poetas que dedican su vida a cazar premios y no les va mal a algunos, son aquellos que, domeñando un cierto lenguaje, engañan a los pobres jueces con artificios fatuos; esos rimadores han hecho de una labor noble, como es la poesía, una especie de abarrotes y son, por tanto, abarroteros de la poesía.
No creo, por otra parte, en los premios; y aquellos que viven de la caza de convocatorias de concursos —y los ganan por cierto— no me merecen el mínimo respeto, ni creo que tengan una buena relación con la poesía.
No, no es un negocio escribir poemas ni publicar libros de poesía.

Como poeta, ¿qué pedirías a las autoridades?
Nada.

Actualmente, ¿existen poetas mexicanos con trascendencia internacional?
Es relativo. Sostengo que la poesía es íntima. Y que escribir poesía no es el mejor de los modos para lograr una “trascendencia internacional”; la única trascendencia de la poesía y de los poetas es —desde mi punto de vista— la memoria de los pocos lectores de una obra. No puedo creer que un poeta mantenga una ambición y una postura en volverse trascendente internacionalmente, pues yo creo que el único triunfo de una poesía, de una obra, de un poeta, se halla en su propia lucha con el lenguaje.
Cada poema encuentra a sus lectores y si ese lenguaje y esa experiencia es significativa para quien lo lee, entonces habrá trascendido y, de cierto modo, modificado a un espíritu, a una persona.
Nadie que diga que es un poeta internacional habla con verdad.

¿Cómo motivar a la juventud a interesarse por la poesía?
El único modo que encuentro de interesar al otro por la poesía es, primero, uno estar apasionado por ella. Si uno no ama lo que dice amar, eso se notará y será imposible trasmitir nuestra pasión y amor por la palabra y el lenguaje. Solamente se motiva en base a mostrar con pasión nuestras pasiones.

¿Consideras que hay sitios ideales para los poetas?
La vida es el sitio ideal para los poetas. No hay otro… Quizá me estoy equivocando, sí hay otro: el lenguaje. La patria de un poeta es el lenguaje y su mejor sitio para vivir.
La vida y el lenguaje son —en todo caso— mis sitios ideales.

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