Víctor
Manuel Pazarín
El
lenguaje y la vida como patrias
Francisco Castañeda Avila - Dimensión
El poeta,
narrador y periodista Víctor Manuel Pazarín (Zapotlán, Jalisco, 1963) por
algunos años vivió en la ciudad de Colima, donde comenzó su formación en el
taller literario del poeta Efrén Rodríguez. Desde hace veinticinco años vive en
la Zona Metropolitana de Guadalajara —y desde hace cinco en el pueblo de Tonalá.
En el año de
2010 la sociedad cultural y el ayuntamiento de Zapotlán el Grande, Jalisco, le
otorgó la “Presea al Mérito Ciudadano”, por su trabajo literario. Ha publicado
libros de poesía, narrativa y periodismo, entre los que destacan Puentes
(cuento); La medida, Ardentía (poesía); Arreola, un taller continuo
(periodismo), y Cazadores de gallinas (novela).
En breve, la
editorial del diario El Financiero publicará su libro Enredo (que incluye el
trabajo poético de veinticinco años), y editorial Mala Estrella, La vuelta a la
aldea (ensayos). Escribe cotidianamente entrevistas, artículos, crónicas,
ensayos y reportajes en la Gaceta de la Universidad de Guadalajara, donde
trabaja. Mantiene en El Financiero su columna “El árbol del erizo”, y en la web
su blog Barcos de papel (http://victormanuelpazarin.blogspot.mx/).
Sostuvimos una
conversación con él —a la distancia—, donde se tocaron varios tópicos que
ofrecemos en exclusiva a nuestros lectores.
Víctor Manuel
Pazarín, ¿qué es la poesía?
Indefinible como
es, la poesía ha tenido en casi todos sus poetas, a lo largo de la historia,
una posibilidad de enunciación; sin embargo, ésta por lo general se muestra
renuente a toda forma que intente definirla. La poesía es, eso sí, lenguaje, y
a lenguaje se reduce de algún modo, pero no es un lenguaje común, sino uno que
está impregnado de espíritu: es escritura. Cada uno de los rapsodas le imprime
una particularidad, conforme a su propia necesidad, experiencia y disposición.
Estoy de
acuerdo, entonces, con casi todos esos intentos que se han hecho por lograr
definirla: no obstante, todas y ninguna superar a lo sentido cuando en lo
personal escribo un poema. Ese instante es una especie de éxtasis, casi
imposible de trasmitir; queda, en todo caso,
lo que cada uno la sienta cuando alguien lee un poema.
¿Cómo vez la
poesía que se práctica en México?
Nuestra patria
es un país de poetas. Desde la aparición de Netzahualcóyotl, pasando por Sor
Juana Inés de la Cruz y hasta llegar a Octavio Paz —para mí los más grandes
bardos mexicanos y en quienes se configuran tres etapas de este mapa histórico
de nuestra lírica nacional—, hasta aquellos que en pequeños poblados hacen
alguna noche una canción —o yo mismo o mis amigos—, configuran la práctica de la poesía, que en México es
una muy especial y rica. No encuentro desperdicio en nada, a pesar de que
algunos tendrán un mayor acierto con el lenguaje (o el sentimiento), o a pesar
de los desaciertos en la efectividad al comunicar lo sentido. Yo digo que
nuestra poesía goza de muy buena salud.
¿Es negocio la
poesía en México?
La poesía es
marginal en todas partes, porque los productos del espíritu tienen esa
naturaleza. Escribir poemas nunca ha sido ni será un negocio, pero si te refieres
a los libros de poemas que cada vez se publican en México con menor frecuencia,
digo que nadie podría vivir de los dividendos de las ventas. Si te refieres a
que alguien se podría enriquecer de hacer poemas, la respuesta sería siempre
una negación. Si hablas, en tu pregunta, a si un poeta podría volverse rico de
con su escritura, la respuesta es también una negativa.
Cierto, hay
poetas que dedican su vida a cazar premios y no les va mal a algunos, son
aquellos que, domeñando un cierto lenguaje, engañan a los pobres jueces con
artificios fatuos; esos rimadores han hecho de una labor noble, como es la
poesía, una especie de abarrotes y son, por tanto, abarroteros de la poesía.
No creo, por
otra parte, en los premios; y aquellos que viven de la caza de convocatorias de
concursos —y los ganan por cierto— no me merecen el mínimo respeto, ni creo que
tengan una buena relación con la poesía.
No, no es un
negocio escribir poemas ni publicar libros de poesía.
Como poeta, ¿qué
pedirías a las autoridades?
Nada.
Actualmente,
¿existen poetas mexicanos con trascendencia internacional?
Es relativo.
Sostengo que la poesía es íntima. Y que escribir poesía no es el mejor de los
modos para lograr una “trascendencia internacional”; la única trascendencia de
la poesía y de los poetas es —desde mi punto de vista— la memoria de los pocos
lectores de una obra. No puedo creer que un poeta mantenga una ambición y una
postura en volverse trascendente internacionalmente, pues yo creo que el único
triunfo de una poesía, de una obra, de un poeta, se halla en su propia lucha
con el lenguaje.
Cada poema
encuentra a sus lectores y si ese lenguaje y esa experiencia es significativa
para quien lo lee, entonces habrá trascendido y, de cierto modo, modificado a
un espíritu, a una persona.
Nadie que diga
que es un poeta internacional habla con verdad.
¿Cómo motivar a
la juventud a interesarse por la poesía?
El único modo
que encuentro de interesar al otro por la poesía es, primero, uno estar
apasionado por ella. Si uno no ama lo que dice amar, eso se notará y será
imposible trasmitir nuestra pasión y amor por la palabra y el lenguaje.
Solamente se motiva en base a mostrar con pasión nuestras pasiones.
¿Consideras que
hay sitios ideales para los poetas?
La vida es el
sitio ideal para los poetas. No hay otro… Quizá me estoy equivocando, sí hay
otro: el lenguaje. La patria de un poeta es el lenguaje y su mejor sitio para
vivir.
La vida y el
lenguaje son —en todo caso— mis sitios ideales.
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