Crónica de un
concierto anunciado…
Ricardo Castañeda Avila – Dimensión
Desperté de un salto por un ruido en la
ciudad, no era muy temprano, tenía que irme a trabajar; me bañe de mala gana,
había empezado mal la semana. ¡Qué calamidad!
Acelero mis pasos, vuelvo a ser esclavo
del reloj, el tráfico citadino cada vez se pone peor, si no fuera suficiente,
llegué tarde y mi jefe me llamó la atención.
Al encender la computadora, miré la
fecha con todo lo que traía en mi cabeza, olvide otro aniversario con mi pareja.
Inmediatamente le marqué a su teléfono particular, la contestadora no se
cansaba de mandar mi llamada al buzón, le mande mensajes y la respuesta seguía
siendo muda, en Facebook continúe con la misión. Luego de un rato pensé en la
posibilidad que quizá estaría enojada. Entonces, tenía que hacer algo para
compensar ese descuido.
Me aprisionaba la mañana en una guerra
sin cuartel. Mi cabeza, los pendientes, toneladas de papel; sentía volverme
loco. Todo regresaba a la normalidad cuando recordaba su nombre.
Así pues, en el muro de la red social,
de pronto me llegó una invitación: “Edel Juárez y Miguel Inzunza en concierto”.
Era viernes y ya casi las dos de la tarde, el Piri Heredia me había recomendado
dicho concierto, Carlos Heredia me invito.
Mi pareja y yo, cuando llovía, solíamos
escuchar música de Inzunza, Charlene Arian y la poesía de Edel. Llegaron las cinco de la tarde, me alistaba
para ir a casa a remendar el daño, entonces sonó mi celular, por un momento
creí que sería ella para decirme que todo estaba bien, y no, era mi jefe,
pidiéndome que fuera al tercer informe de la señora presidenta, me aprisionaba
la tarde en una guerra sin cuartel, mis asuntos laborales no impedían en pensar
en ella.
El informe terminó poco antes de las
nueve de la noche, en el cielo no había estrellas, más que en chinga me fui por
ella, el plan ya estaba armado. Al llegar a casa, la vi acostada en la cama,
viendo su telenovela. Como un suave soplo de viento, acarició mi cara. No había
disculpa alguna que superara eso. La tomé del brazo y le dije: Creíste que se
me olvidó, ¿verdad?; nos vamos, afuera hay sorpresas. Con una sonrisa me dijo
todo.´
Ya en el centro de la ciudad, la lluvia
aumentaba. Frente al Teatro Hidalgo, de nuevo las puertas de Las Pizzas del Bor
nos invitaban a degustar de sus alimentos. Ya pasaban de las nueve- acto
seguido- entramos. Las cosas con ella, comenzaron a mejorar cuando pedimos la
cena, supe del poder de una pizza, a los pocos minutos, en el escenario,
anunciaron a los músicos de esa noche, a media pizza sonaron los aplausos para recibir
a Miguel Inzunza y Edel Juárez, mientras más gotas de lluvia caían, mas fuerte
sonaban las cuerdas de la guitarra de Inzunza y en las pausas Edel se
incorporaba para recitar uno de sus famosos poemas. Entre canción y canción,
salían las bromas de los artistas para hacer estallar de carcajadas al público
asistente. Cien veces, Al Aire, Llover, Canción de cuna, Si existiera un Dios,
entre otras canciones coreaba la gente. Cuando creía que la cosa no pudiera
estar mejor, de entre el público salió Charlene Arian a cantar a dueto con Edel
y luego con Miguel.
Las Pizzas del Bor estaba a reventar, la
gente disfrutaba en cada canción, en cada poema, en cada mordida. Mi pareja me
perdonó y sin querer, nos comimos dos pizzas. Ya lo que pasó después, se los
cuento otro día…
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