Compartiendo diálogos conmigo mismo
El amor es vida y la vida es amor
(Somos hijos del amor y al amor hemos de volver, purificados de todo vicio, con la fertilidad del verso y en comunión con la inspiración divina)
I.- PORQUE
LA VIDA ES UN ÚNICO POEMA DE AMOR
Todo se enraíza en la entrega del donarse,
del perdonarse y del quererse para fundirse,
hasta licuarse y
disolverse en el ensueño,
que recobra savia por sí misma para amar,
que es la orientación de todo vivir para ser.
Uno vive si en verdad ejercita la voluntad,
la pasión por la cima mística del concebir,
el entusiasmo por crecerse en la mirada,
por ennoblecerse en el espacio vinculante,
pues sólo unidos es como se alcanza todo.
Se trata de ser un único poema en escena,
tan sólo un insuperable manantial de luz,
que nos haga salir de las tinieblas vertidas,
para poder tornar a esa comunión de aires,
de soplos sensatos y de atmósfera en calma.
II.-
PORQUE EL AMOR SE CRECE A TRAVÉS DEL AMOR
No hay mejor experiencia que sumergirse,
que empaparse de amor desde dentro de sí,
que penetrarse de abecedarios celestiales,
que calarse de afectos y encalarse de musa,
porque todo viene de Dios y a Dios nos une.
Este proceso unificador de árbol creativo,
es lo que nos enciende las pupilas del alma,
nos forma y nos transforma en viandantes,
donde nadie es nada para sí, sin los demás,
y donde el Creador lo es todo para todos.
Porque el amor se crece a través del amor,
y decrece cuando se conjuga en el engaño,
en la indiferencia más salvaje e inhumana,
ya que todo ser vivo, más allá de coexistir,
ha de existir cohabitando entre mil caricias.
III.-
PORQUE VOLVER A JESÚS ES VOLVER AL PADRE
Nadie ofreció tanto por nosotros como Jesús,
el que se hizo niño para hallarse con el mortal,
el que asumió nuestra cruz sobre sus espaldas,
y extendió los brazos para abrazarnos a todos,
para que el amor nos cobijase en su integridad.
Dañado por el dolor, señalado por los insultos,
rendido y despreciado por el ánimo mundano,
el rostro de aquel hombre mirando al hombre;
para que tome otro andar, el del amor de amar;
y otra altura, el del amar el amor por siempre.
Porque volver al Redentor es volver al paraíso,
regresar al Padre y venir a la genuina hazaña,
a la que nos renueva mar adentro y por fuera,
a la que nos redime de tantas rudas opresiones,
librándonos de aquello que pena, ¡amándonos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario